Volviste, luna, a revisar, paciente,
mi cuerpo, sus modismos,
grávido cuarzo hacia el oeste quieto;
con tu paso constante,
sin ojos me mirabas, constatabas,
inabordable red.
Me verás otras veces, y me iré,
y tu reinado cierto
hará que las mareas nos descansen
y que este tiempo fluya:
sermón o cantilena que olvidamos,
prefigurada sal.
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