lunes, 9 de febrero de 2009

Boceto

Su rostro, contraído,
denota un esfuerzo continuo
(persistencia, severidad
estos últimos meses);
más abajo está el vientre,
excesivamente hinchado.

Sigue las jugadas,
cada cinco minutos masculla la falta,
el gol que prevé
con parca frialdad, con sobrada pericia.

Su rostro, o su mirada:
la de alguien que busca en vano
algo de sí en la pantalla, un síntoma
que es él: irreparable, hundido.

Qué pensará
de la frontera final, pasados
ahora sus 70, en esa búsqueda
de la mirada continua.

Sólo imágenes pintarrajeadas -los colores,
sobrecargados, chillones-:
dos camisetas y el césped
a través de su daltonismo,
gato para nosotros.

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