Sujeto al extramuros de su soga,
pausa brotó de sierpes que limaban
en irreales ojos
una estación, y en vientres.
Porque ocultó en paredes, en jarrones,
pútridos senos, senos que bramaron
una prolija suma
que el niño recitara,
es que la risa, opuesta, vacilante,
aquerenció sus dunas y borrascas,
y el torvo beneficio
otro castigo trajo.
Teñida por la gracia
del precipicio, cae la camisa
al río sofocado,
y la anciana sonriente
es pudor por conseja, y la cortina
un dios que lo abroquela.
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