Peluche sin tensión,
abalorio teñido
por su sudor-espera,
maderamen que pide
como una estrofa, muda,
la mujer apacienta
vinagres, carantoñas,
quedos quejidos, pasos
que van de la cocina
al cigarrillo, y vuelven.
Cocina, cigarrillo,
guiso, soda, milagros
súbitos, indecentes,
y los días iguales.
Pastar esa vejez
con hálito constante
y riñonera chueca,
condición repetida
por cuadras y más cuadras.
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