jueves, 27 de diciembre de 2007

Troya

Sonido que especula, y un nítido reflejo,
callado: me amedrentan los mudos que no mienten;
y mueren dromedarios, y la siesta no acepta
el hálito cansado de lo que es cauce y va.

Voces en redondel, percibimos el eco
y reflejamos alces que no cuestionan nada;
y la estación estalla porque ya nada es tallo,
y Spinetta se acuerda de Casandra, y sonríe.

Y vuelves a aprender a decir vos y tú,
y percibes costumbres de un sitio y otra pausa;
porque los vientres crecen y la rejilla es cuña
en que anoto vislumbres de fanales vencidos.

Te da por perseguir roncas persignaciones
y divagás, henchido de letras y mensajes,
y la cruel musaraña te roe dulcemente
mientras los escenarios se hacen viejos, posibles.

Se repiten los versos porque el impulso es muda,
y muda la mudanza, y el juglar, tumefacto;
la espera no adelgaza, miramos a un abismo
que puede ser banal, que ya no te sostiene.

Y los esquifes crujen, se alejan, para luego
hundirse en la penumbra de los párpados mustios;
y la locura es daga que traza indiferencias
ganadas al vislumbre de lo que ya no está.

(Porque el sonido es alce, sonido o simulacro,
y esperas a que caigan los sabios centinelas;
y la estación que digo, sin mantas y sin lienzos,
resuena como un simple madero que se astilla.)

sábado, 15 de diciembre de 2007

Arácnido sin patas

Sujeto al extramuros de su soga,
pausa brotó de sierpes que limaban
en irreales ojos
una estación, y en vientres.

Porque ocultó en paredes, en jarrones,
pútridos senos, senos que bramaron
una prolija suma
que el niño recitara,

es que la risa, opuesta, vacilante,
aquerenció sus dunas y borrascas,
y el torvo beneficio
otro castigo trajo.

Teñida por la gracia
del precipicio, cae la camisa
al río sofocado,

y la anciana sonriente
es pudor por conseja, y la cortina
un dios que lo abroquela.

lunes, 3 de diciembre de 2007

El viejo aquel
se acuerda de otros tiempos
y se sonríe.