viernes, 28 de septiembre de 2007

Puedo hacer del silencio dos manos que navegan
lentamente, de a ratos, como bronce que vive,
para que una distancia revele sus criaturas.

La noche, que resalta mi cabello añadido,
columpia intermitencias de un tero, y de los autos
que pasan a lo lejos, ronquido mineral.

El cierto que su ceja daría a Klimt más aire,
eclipsado mi asombro por su velo profundo,
y las hordas declinan los aleros y rutas.

La calle hecha metralla, los rugidos se esparcen
para luego expandirse, partícipes del orbe,
y sus pupilas logran hacerse más futuro.

(Niño que se detiene sin saber las palabras,
alucinado cuerpo que olvidó sus dolores,
y diálogo a la vera de un rostro inmemorial.)

3 comentarios:

  1. Qué extraño este poema. Necesito leerlo muchas veces. Va creciendo a medida que uno lee.

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  2. hola, he pasado por aqui y dejo saludos

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  3. Pablo: dejo que me inunde esto que vos hacés como poesía, pero podría ser ungüento y el alivio

    pupilas y futuro. aplauso

    abrazo grande!
    s · p

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