viernes, 11 de enero de 2008

Abracadabra

Y la yacija, y los diversos
aromas sordos que el calor
marca más todavía. La sábana,
imposible, caída
más allá del cuerpo, guardado sólo
por un slip sabedor
hacia el que mirarán los ojos,
inevitablemente,
de cualquiera que abra la puerta
para hablarme. El suelo, sucio,
de despertar, beber un vaso en la cocina
a tres de la mañana, torpe,
abotargado.
Y dar contra el aliento
de un pelo y cuello y brazos transpirados,
debajo de la almohada gorda;
y hacer un mate,
mientras se tiene a mano
un libro, el cigarrillo.

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