viernes, 22 de mayo de 2009

Comején

Ardías, otoñado,
por lizas del arroz,
y la viruta misma
pastaba en tu pelambre.

Ardías y cantabas
siegas posibles; niño,
tu mano era una arena
de lo que se distiende.

Por armas, una lona;
por pienso, el avestruz.
Muesca de escapularios
que muerden y que escrutan.

Así, fiel cinamomo,
la chimenea fuiste;
y otros, malavenidos,
cosecharon tu red.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario