jueves, 30 de octubre de 2008

Anotación de octubre

(¿Tiene de poesía
en su regazo, el búho
lo amaneció?) Sonidos
de un piano austero, vida
que se despide. Aritos que proyectan
intimidades. Miro, cuarto pleno,
llamas que no extinguí,
ahogo floreciente, mar de llaves,
calle en que el más, sin más,
ardía, presurosos
diálogos compartidos
en ese súbito,
eterno parpadeo en el instante.

(Acomodo mis huesos.
Piano o la lontananza.
Giróvago, difuso,
mi cansancio de signos.)

domingo, 26 de octubre de 2008

A Soledad Nieto

Silencio. Y mi mitad -la que escribía-
ahora quiere el monte, y se levanta
bajo este cielo terso, despejado.

Silencio. Pocas cosas me sonríen,
y sonríen a un lienzo, y de la espera
sólo espero la pausa que conforta.

Las cosas no producen sino un nombre
que nace del silencio; la caída
es el hallazgo, y nada se detiene.

Silencio. No agonía ni vislumbre.
Apenas una luz que, derrotada,
va en busca de más luz.

domingo, 12 de octubre de 2008

En el que los fantasmas se sonríen

La luna va alcanzando, y no hay manera,
su plenitud. Me tumban
esa luz, ese grito y esa guija
cada vez que la veo
arriba: inabordable y pretenciosa,
como vieja regenta.

jueves, 9 de octubre de 2008

Medioevo y lentejas

Apenas conocí
mi mente; de los otros, tristemente,
suposiciones torpes.

Apenas dediqué
mis días a escribir, a convivir
con oraciones pulcras.

La gata, en la azotea. La escritura
fue escapar retornando:
reguero, disciplina.

Ascesis fútil. Miro a la ventana
y nada me prometo.
Nada querer; ni olvido.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Aceituna y arroz

La timidez, el coito, las arenas
y la oración: confirma
que nadie tiene dioses desde donde
él se proyecte. Así,
sin partenaire o simio, toma nota
y regurgita trucos,
mientras la noche avanza. Las cadenas
son una chancha hirsuta,
y cada envión, se dice, esparadrapos
que baila dulcemente,
buen mortero/horizonte. Cucaracha
olvidada y feliz:
luego de pelmas, luego de disparos,
luego de Pernambuco.

lunes, 6 de octubre de 2008

A Mal Waldron

Las bóvedas que el sueño
impone, las afrentas
al despertar, la lucha:
hay otros en mi mente,
y sólo la continua
conciencia los coliga
en esta fiebre mala,
en este pasadizo.
Oneroso pujar
contra cuerdas que niegan
un último estallido,
una sombra pacífica.
Imanes que en su lucha
se rechazan y atraen,
víctimas y elementos
de una física propia.
Yo me cerceno y sigo
como quien tiene fe:
sin lágrimas, abrupto,
encadenado al muelle.