sábado, 31 de enero de 2009

[s/t]

Miriñaque lacustre, contenida
torsión y jume, piales
que dimes y diretes entrelazan,
urbanidad y ripio,
coloso que, cansino, desamor
proclama, acorazados
que gimen, tegumento, intelectuales
de cachiporra y falda:
un perro te sostiene, un crisantemo
alterna con la herida,
una magnolia en trance desfigura
cada canción que el Albo
propone a sus consortes, suerte, grima
que se detienen contra
una pared; y el niño de los chancros
adormece monedas,
la botella/zafiro, melancía
de engarce, colisiona
contra tres pantorrillas, cenicero
que, hijo de mil, escupe,
colillas a lo loco;
y el ríspido vaivén, almacenado,
en que tus marionetas,
dedos como paredes, se desdicen,
corrompen las farolas
de la finida, y claman, esperpento
de cara al nuevo siglo,
las rancias oraciones en desquite,
golondrina y dedal.

(Del nítido, del turbio, del barato,
opto por el mediocre:
distintos estipendios, mismo aroma
a verdura en sazón.)

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